Por: Libardo García Gallego (Cogitando)
www.joligaga.blogspot.com

A la moral, a la ética, a la filosofía, a lo que sea, pero a los humanos de hoy nos urge repensar, discutir y reelaborar nuestros códigos de convivencia. Optamos por la solidaridad o por el egoísmo, por la convivencia pacífica entre humanos o por la guerra entre caníbales, por un mundo donde quepamos todos o seguimos guerreando por agrandar nuestro espacio personal a costillas del de nuestros coterráneos. El dilema actual ya no es “Ser o no Ser” sino “ser solidario o ser egoísta”.

Solidaridad significa dignidad personal y de todos nuestros congéneres, que la naturaleza sea conservada y aprovechada para el beneficio común, que se garanticen todos y cada uno de los derechos humanos a todas las personas del planeta tierra, incluyendo eventuales extraterrestres; solidaridad significa redistribución de las actuales riquezas acaparadas por pocos propietarios; solidaridad significa desarrollo al máximo de las potencialidades de todos los individuos de la especie humana; solidaridad no es competir a muerte con nuestros iguales; solidaridad es mayor igualdad social. En fin, solidaridad es todo lo contrario de los valores preconizados por el capitalismo.

Egoísmo significa que todas las cosas materiales (suelos, montañas, praderas, edificios, vehículos y hasta las personas) están ahí, cual una piñata, siempre a disposición de los más astutos, de los más hábiles, de los más intrépidos, de los héroes, de los más capacitados, para apropiarse de ellas. Y que yo estoy capacitado para hacer eso, para adueñarme de la mayor parte de la piñata y poner otras personas a mi servicio, inclusive tener esclavos o individuos que trabajen para mí a muy bajo precio. Oriéntate por consejos como éstos: “Nadie te da nada cuando estás en la mala, por eso no ayudes a nadie”, “Medio mundo vive del otro medio”.

Usando términos coloquiales, ajenos a las ciencias económicas y sociales, cambiar el sistema capitalista implica adoptar otra filosofía. Que lo primero sea derribar el sistema y luego ir construyendo una nueva superestructura, ignoro esas honduras teóricas. Lo evidente es que la filosofía del capitalismo nos está precipitando hacia la autodestrucción. A veces sueño con la ilusión de que los hoy amos del planeta van a reconsiderar inteligentemente la situación actual de la humanidad, frenando sus desmesurados apetitos y destinando sus colosales capitales a mejorar las condiciones vitales de los 5000 millones de seres humanos que viven en la pobreza y en la miseria. Recuperemos la prevalencia de la razón. Es preciso reiluminar la sociedad, regresar a la Ilustración, al Renacimiento. Si no es posible esta utopía es porque no somos racionales, porque no hemos superado el estado de brutalidad animal. Y entonces sólo nos queda el camino de la guerra a muerte, la posibilidad de la guerra de todos contra todos, de aplicar sin miedos la célebre síntesis hecha por Hobbes: “El hombre para el hombre siempre es un lobo”

Está demostrado que mientras continuemos con este método excluyente, sin consideraciones ni con nuestros coterráneos ni con la propia pachamama las innumerables masas de excluidos, de marginados, de desprotegidos, no podrán superar sus infinitas desgracias. Y en esas condiciones ellos no escucharán los cantos de sirena entonados por quienes todo lo tienen en abundancia desmedida. Ellos no saben de valores, de palabras sublimes que les suenan necias o sin sentido. Su afán inmediato es la satisfacción de sus necesidades primarias, después sí que les hablen de cosas bonitas. De lo contrario, se seguirán cambiando vidas humanas por televisores o por cualquier baratija, seguirán los atentados terroristas, los robos, los atracos, los secuestros, los suicidios. “Si no hay espacio para todos que no haya para nadie”. “Me importa un carajo que se acaben los bosques, que se contaminen los ríos y los suelos, ya dios verá qué hace después, por ahora sólo me importa mi madre (si aún está viva), de resto nadie más”.

Quisiera preguntarles a los hombres y mujeres de la Cuba de hoy: ¿Cómo se sienten en su Estado socialista?. ¿Están satisfechos con su nivel de desarrollo material?. ¿Consideran que podrían vivir mejor en un Estado como Puerto Rico o República Dominicana?. ¿Creen que han perdido sus vidas o que por el contrario se han realizado como seres humanos? ¿Recomendarían el sistema socialista para implantarlo en Colombia?. ¿Les hacen falta los juegos de azar y el deporte profesional?. ¿Habrían progresado más en un sistema de libre competencia?. ¿Por qué a muchos les da por emigrar hacia Estados Unidos?. ¿Consideran posible cambiar el capitalismo por el socialismo mediante un Referendo o a través una consulta popular? ¿O les parece imposible por las buenas? Escuchar sus opiniones nos ayudaría a encontrar nuestro mejor camino.

La consigna de la revolución francesa recobra más vigencia hoy que en 1789: “Libertad, igualdad, fraternidad”. En lo único que se ha avanzado es en la libertad. Tanto que se ha abusado de ella: el derecho a la propiedad privada (ilimitada), el más exigido por la burguesía, ha llevado a producir multimillonarios y multinacionales que extraen plusvalía de todas las formas posibles, despojando a los trabajadores del producto de su trabajo, pero al mismo tiempo se han restringido las libertades de los explotados, de los pobres y de los miserables, quienes carecen de medios hasta para expresar sus sentimientos, inconformidades y propuestas. La desigualdad social de hoy es parecida o mayor que la de finales del siglo XVIII. Una sola familia en Colombia puede ganar 50, 100 o 1000 veces lo que otra del mismo tamaño. ¿Es eso igualdad social o justicia social?. Y la fraternidad es un vocablo cuyo uso a duras penas se reduce al ámbito familiar.

Lo anterior no significa ausencia de avances en lo social. Los derechos humanos han pasado de meras declaraciones a ser incorporados en las Constituciones o Cartas Fundamentales de la mayoría de los Estados. Las élites detentadoras de privilegios y exclusivismos se oponen a que la mayor parte de la población disfrute realmente, no en el papel, sus derechos como personas. Y esas mismas élites tienen la solución en sus manos. Pero si se empecinan en no darla, los pueblos sojuzgados tendrán que rebelarse, ahí está el ejemplo de los árabes, pero no para establecer nuevas tiranías sino para fundar un modo de producción dentro del cual puedan hacerse realidad todos los derechos, limitando los excesos y suprimiendo las restricciones. De no ser posibles los cambios por medios legales y pacíficos, entonces no nos queda otra alternativa que echar mano del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en especial del inciso que reza: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
¿Será posible construir una sociedad educada, sin ladrones, sin corruptos, sin homicidas, sin tramposos, sin asistencialismo; donde predomine la verdad y la transparencia en los actos de las personas, con emulación pero sin zancadillas, donde la ciudadanía participe responsable y abiertamente con propuestas de progreso y en el diseño y ejecución de los proyectos y planes de desarrollo?. Y si tanta belleza es imposible, ¿No es preferible acercarnos más a esta utopía que alejarnos de ella?
Sobre la sociedad socialista se ha teorizado desde hace casi dos siglos y se ha experimentado durante los últimos 90 años. Las experiencias sirven para ser analizadas, reconstruidas, corregidas o rechazadas. Todo indica que han sido más los éxitos que los fracasos. Y que en ese tipo de organización social sí es posible hacer realidad el ejercicio de los derechos humanos, sin necesidad de interrumpir el progreso social y sin destruir la naturaleza. Lo indispensable es el consenso humano universal, por lo menos en los temas nodales que hasta ahora han impedido la convivencia pacífica entre los seres humanos.

Armenia-Quindío-Colombia, Marzo 14 de 2011.
www.joligaga.blogspot.com